El 11 de octubre 2021 tuvo lugar la primera sesión del juicio por el asesinato de Thomas Sankara y doce colaboradores de una revolución africana que demostró que se podía plantar cara al neocolonialismo y avanzar, con la fuerza de sus propios brazos, hacia la plena soberanía.

 

Como es habitual aún por estas fechas, el 11 de octubre el sol se alzó ardiente en Ouagadougou. A las 7 de la mañana decenas de personas esperaban ya al lado de la sala de banquetes de Ouaga 2000, un barrio con un punto distópico planificado por el gobierno de Blaise Compaoré. Hoteles de lujo altamente subocupados, mansiones abandonadas a medio construir, un centro comercial cerrado, edificios gubernamentales protegidos por militares y el ostentoso palacio presidencial que mandó construir aquel que —presuntamente— ordenó asesinar al presidente revolucionario Thomas Sankara el 15 de octubre de 1987.

Pasadas ya las 8, los agentes de policía empezaron a dar paso a los asistentes del juicio, que corre a cargo del Tribunal Militar, por el asesinato de Thomas Sankara y doce de sus colaboradores. El único árbol de la zona daba cobijo a una veintena de personas, junto a unos improvisados puestos en las que se vendían café, agua, refrescos y tabaco. Las colas se mantuvieron bajo el sol hasta que un policía informó de que el aforo estaba completo. Mientras tanto, alrededor de 500 personas se encontraban ya en la sala esperando a que comenzara el juicio.

De repente, el juez Urbain Meda (que presidirá la sala durante todo el proceso) alzó la voz y, junto a ella, se alzó todo el público. Simultáneamente, seis militares vestidos con uniforme ceremonial presentaban sus armas. Una vez el público volvió a sentarse, el presidente de la sala pronunció los nombres de Blaise Compaoré y de Hyacinthe Kafando. Tras ellos, el silencio. Inmediatamente después, pronunció el nombre de Gilbert Diendéré. Un profundo “¡Presente!” resonó con firmeza en una sala silenciosa y expectante, llevándose todas las miradas hacia el rincón donde se encontraban los acusados.

El sorteo de los miembros del jurado había generado situaciones un tanto absurdas que habían sido la diana del presidente de la sala, que a partir de aquel momento empezó a bromear y a lanzar pullas contra los militares que pretendían evadir el mandato judicial.

El capitán Blaise Compaoré presidió el país desde el 15 de octubre de 1987 hasta el 31 de octubre de 2014, cuando huyó a Costa de Marfil con la ayuda de helicópteros franceses— a causa de unas masivas movilizaciones que culminaron con el edificio de la Asamblea Nacional en llamas. Allí debía votarse una modificación de la Constitución para volver a alargar el mandato del entonces presidente. En 1987, Hyacinthe Kafando era su jefe de seguridad y se le considera el responsable del comando que asesinó a Thomas Sankara. La última vez que fue visto fue en 2016 en Costa de Marfil. Desde entonces se encuentra en paradero desconocido.

El general Gilbert Diendéré fue el jefe del Estado Mayor y del Regimiento de Seguridad Presidencial, además de centralizar la información obtenida por los servicios secretos. En 2015 protagonizó un golpe de estado fallido por el que está condenado a 20 años. El dirigente del —al menos por ahora— último gran coletazo del régimen de Compaoré también participó en su crimen fundacional, por lo que es uno de los principales investigados del juicio que acaba de dar comienzo.

Tras cada uno de los nombres de los otros once acusados se oyó un “¡Presente!” pero mucho más tímido, sin la fuerza que había esgrimido Diendéré. Instantes después se procedió a constituir el tribunal militar. El juez presidente es civil, junto con su consejera (también civil), pero el resto de miembros del jurado debían ser escogidos por sorteo entre los altos rangos del ejército. Tres titulares y tres suplentes.

Según la jerarquía militar, los acusados sólo pueden ser juzgados por un oficial de rango igual o superior y, partiendo de que Diendéré dispone del grado de general, se procedió a sortear entre los dos generales que constaban en la lista. El primero alegó problemas de salud y se le permitió renunciar al mandato judicial. El segundo informó que tenía una relación de amistad con varios de los acusados y afirmó que no podría ser imparcial. También se le aceptó la renuncia, lo cual presentó una contradicción con el principio de jerarquía. No sería el único oficial de alto rango que presentaría este argumento.

Tras cierta deliberación sobre este obstáculo, se procedió a escoger entre oficiales de menor rango. Todos intentaban excusarse, generando la sensación (compartida también por el presidente de la sala) que ninguno de los oficiales quería formar parte del jurado de este juicio. La procuradora militar y el juez endurecieron criterios y tras más de dos horas se conformó oficialmente el jurado con cuatro coroneles, una comandante e incluso un capitán (rango muy inferior al de general).

La solemnidad que había rodeado el juicio desde su inicio seguía presente, pero el sorteo de los miembros del jurado había generado situaciones un tanto absurdas que habían sido la diana del presidente de la sala, que a partir de aquel momento empezó a bromear y a lanzar pullas contra los militares que pretendían evadir el mandato judicial. Las risas del público empezaron siendo tímidas, pero no tardó en llegar el momento en que pasaron a ser carcajadas. A pesar de ello, un instante después las 500 personas presentes volvían a un silencio absoluto y a escuchar cada coma de lo que se decía en el estrado.

Tras una primera suspensión para deliberar, el jurado recién constituido dio los primeros pasos para avanzar con el expediente que han de resolver. La primera acción fue la de instar a los dos acusados ausentes que se presentaran a las autoridades burkinesas en los próximos 10 días. Aun así nadie espera realmente que se presenten. El equipo legal de Compaoré ya ha dejado claro que no lo hará porque —como expresidente— dispone de inmunidad y porque además aseguran que el juicio no ofrece garantías suficientes.

Tras una nueva suspensión, el juez llamó a los acusados al estrado. Todos juntos, en fila, de espaldas al público. El silencio se hizo todavía más profundo. El jurado tenía ya una propuesta de cronograma para realizar las declaraciones de los acusados presentes. En aquel momento, dos de las letradas de la defensa solicitaron un mes de suspensión para poder revisar las casi 20.000 páginas del expediente. Eran abogadas de oficio de dos de los acusados y aseguraban no haber dispuesto de la documentación hasta el 1 de octubre.

Por su parte, la acusación civil hizo un alegato para solicitar que, por su carácter histórico y su gran relevancia, el conjunto del juicio fuera grabado. La defensa se opuso con ferocidad, despertando malestar entre parte del público. Por primera vez éste empezó a romper su silencio con algunos comentarios de enfado.

Tras 34 años luchando por sacar la verdad a la luz, son varias las organizaciones políticas que han reclamado que el juicio sea retransmitido o que, como mínimo, sea grabado para la posteridad.Tras 34 años luchando por sacar la verdad a la luz, son varias las organizaciones políticas que han reclamado que el juicio sea retransmitido o que, como mínimo, sea grabado para la posteridad

Mientras el jurado realizaba esta última deliberación el público estaba tenso. Eran ya pasadas las 3 de la tarde y una parte había abandonado ya la sala. El resto estaba cansado, hambriento y nervioso. Aun así, se aprovechaban las pausas para saludar y comentar la jugada. Se hacían bromas también sobre los letrados de la defensa, sobre su “amor por el dinero” y por su “inquebrantable lucha” por impedir que se conozca la verdad. Muchas personas aprovechaban también la ocasión para acercarse a Mariam Sankara, viuda del expresidente revolucionario, y a los demás miembros de la familia para transmitirles comentarios de ánimo.

Finalmente se oyó de nuevo un grito y, como con una acción convertida ya en reflejo, todo el público se puse de pie ante su silla, firme y expectante mientras los militares de ceremonia presentaban sus armas. La última intervención del juez duró a penas un minuto. Se informó, sin ninguna floritura, que el juicio se suspendía hasta el 25 de octubre y que no sería grabado en ningún formato. El público no mostró mucha sorpresa, aunque sí cierta frustración. La mayoría no esperó a procesar la información y se abalanzó hacia la puerta de salida. En el exterior la temperatura rozaba los 40º. La prensa que se había quedado hasta el final aprovechaba para recoger impresiones mientras poco a poco todo el mundo se subía a sus vehículos para abandonar el barrio de Ouaga 2000.

Aquellas personas que se autoproclaman las herederas de la revolución liderada por Thomas Sankara han hecho realidad una de las máximas de su referente: “Allí donde se derrota la desesperanza, nace las victoria de los que perseveran”. Tras más de tres décadas luchando contra la impunidad y el silencio, el pueblo burkinés finalmente tendrá un juicio por los crímenes del 15 de octubre. Para muchas no será como lo desearían y la sentencia probablemente les sabrá a poco, pero en medio de un desierto de impunidad, será un pequeño oasis de justicia que les permitirá seguir avanzando en una lucha popular que no habrá terminado.

Una semana repleta de actividades

Los días posteriores al inicio del juicio han acogido numerosas actividades en el marco de la conmemoración del 15 de octubre. Algunos ejemplos son el cross popular organizado por el Comité Internacional del Memorial Thomas Sankara (con el lema “Produzcamos burkinés, consumamos burkinés”), el encuentro de antiguos estudiantes de Burkina Faso y Ghana en la Isla de la Juventud (Cuba) para plantar árboles, la presentación del Premio Thomas Sankara que se atorgará en el Festival Panafricano de Cine de Ouagadougou (FESPACO) o un cine forum organizado por el Balai Citoyen en más de cinco localidades burkinesas, entre muchos otras.

El plato fuerte tuvo lugar, no obstante, el mismo 15 de octubre por la tarde, con el acto central de homenaje que se ha llevado a cabo ante la estatua que preside el lugar del memorial. A la conmemoración, organizada por el comité del memorial pero con el apoyo del gobierno, ha participado el presidente Roch Kaboré. Entre los ponentes se encontraban Armand Béouindé (alcalde de Ouagadougou) y Jean Hubert Bazié (antiguo periodista fuertemente vinculado a la revolución). El acto se ha abierto y cerrado con una orquestra militar tocando el himno de Burkina Faso, establecido por el gobierno de Sankara. La segunda vez sonó tras la ofrenda floral realizada por dos militares acompañados por el presidente.

Alex Verdejo @alexverdejo_sbd  Uagadugú (Burkina Faso) 17 oct 2021

Fuera : https://www.elsaltodiario.com/panafricanismo/atisbo-justicia-desierto-impunidad-cronica-juicio-asesinato-sankara-

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