Durante la Revolución de Agosto en Burkina Faso se rompió con el paradigma dominante de cooperación. El objetivo: prescindir de “cualquier tipo de dictado exterior” y organizarse de forma coherente con el contexto sociocultural africano.

Àlex Meyer Verdejo

Durante la Asamblea General de la ONU del 4 de octubre de 1984, el presidente revolucionario Thomas Sankara declaró con su característico tono suave pero firme: “Alentamos la ayuda que nos ayuda a prescindir de la ayuda, pero hasta el momento la política de asistencia solamente nos ha llevado a desorganizarnos, a esclavizarnos y a evadir nuestra responsabilidad en los ámbitos económico, político y cultural. Por eso hemos optado por arriesgarnos con nuevas vías para poder ser más felices.” A continuación, defendió la necesidad de rechazar “cualquier tipo de dictado exterior” y de organizarse de forma coherente con su propio contexto sociocultural africano.

Tres días antes, el 1 de octubre, había arrancado en Burkina Faso el Programa Popular de Desarrollo (PPD), financiado en un 81% con fondos extranjeros. Esta paradójica apuesta permitió evitar las redes de la malversación y el derroche de estos fondos en soluciones superficiales y poco duraderas. Se invirtió todo en mejorar las condiciones materiales colectivas y se recurrió a la participación de la población en la mejora de las infraestructuras públicas, tanto en el diseño como la construcción de éstas. Se alentó también la realización de proyectos autogestionados independientes del gobierno.

“La política de asistencia solamente nos ha llevado a desorganizarnos, a esclavizarnos y a evadir nuestra responsabilidad. Por eso hemos optado por arriesgarnos con nuevas vías para poder ser más felices”

En su conjunto, el modelo de gestión estatal apostó con determinación por generar una propuesta de “desarrollo autocentrado”. El burkinés Apollinaire Kyélem, que ha estudiado en profundidad las medidas aplicadas durante la Revolución de Agosto, defiende que su política económica seguía los siguientes ejes: gestionar los recursos públicos con rigor y transparencia, “contar con sus propias fuerzas” para desarrollar el país, potenciar la producción y el consumo de productos nacionales y gestionar adecuadamente las ayudas exteriores.

El PPD, con una duración de 15 meses, era la antesala del extenso y ambicioso Plan Quinquenal de Desarrollo Popular (PQDP). En este segundo plan sigue presente la contradicción de financiar un proceso desarrollo autocentrado con fondos extranjeros. No obstante, la previsión era que se empezase con un 82% en 1985 y se cerrase con un 75% en 1990, reduciendo progresivamente la dependencia exterior a medida que se iba garantizando unas condiciones de vida mínimas en un país considerado como uno de los más pobres del globo.

Los reducidos fondos estatales obligaron a recurrir a algunas fórmulas no ideales, pero también contribuyeron a generar las dinámicas imaginativas e innovadoras que caracterizaron este proceso revolucionario. Se redujo drásticamente los sueldos de los altos cargos del Estado y se eliminó muchos de sus privilegios. Se sorteó la flota de coches oficiales a través de la lotería nacional y los beneficios se destinaron a la educación pública. El parque automovilístico estatal se redujo al 33%. Thomas Sankara, en un discurso en Bobo-Dioulasso el 11 de febrero de 1984, afirmó que tenían que hacer una elección: “O bien hacer un sacrificio nosotros mismos, sobre nuestros sueldos, sobre nuestras ventajas, sobre nuestros privilegios; o bien prostituirnos e ir a una u otra potencia para que venga a ayudarnos.”

Thomas Sankara solía decir de sí mismo que era como una palmera. “Mi sombra protege a los que están lejos de mí, no a los que están cerca.”

Según explica Alfred Sawadogo, Thomas Sankara solía decir de sí mismo que era como una palmera. “Mi sombra protege a los que están lejos de mí, no a los que están cerca.” Los miembros del gobierno que él presidía no debían, bajo ningún concepto, moverse en busca de su beneficio propio. Debía tratarse de un gobierno al servicio del pueblo que debía invertir hasta la última gota de sudor en mejorar las condiciones de vida de las clases populares.

Sawadogo fue escogido personalmente por el presidente para crear una oficina que se dedicase a gestionar el trabajo de las ONG en Burkina Faso. “Sankara me dijo: el despacho que crearás no existe en ninguna parte. Su objetivo es garantizar que las ayudas sean pertinentes en la línea de autonomizar económicamente a la población y no que sean ayudas permanentes con las que la población viva sólo gracias a éstas”. Sawadogo recuerda que, como no existían experiencias similares, tuvo que recurrir a su imaginación. “Yo soy hijo de campesinos, ingeniero de formación de jóvenes agricultores y sociólogo. Todo eso me ayudó a decidir qué tipo de servicios podían ofrecer las ONG a la población”.

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lugar de cultivo de Yelemani en la población de Loumbila. Foto: Àlex Meyer Verdejo

La temporada de lluvias en Burkina Faso dura aproximadamente tres meses, hecho que limita mucho la capacidad productiva de la tierra. Sawadogo sostiene con vehemencia: “La gente tiene que poder producir para sobrevivir 12 meses, por lo que la prioridad fue la de prolongar el tiempo de producción mediante la construcción de retenciones de agua. Éste era un compromiso muy fuerte del gobierno y fui yo quién involucré a las ONG en este proyecto. Respondieron perfectamente y contribuyeron a construir más de 300 retenciones por todo el territorio. Era un momento en el que el movimiento asociativo hacía un trabajo útil. En gran medida es gracias a mi trabajo y estoy muy orgulloso de ello”.

Aunque trabajase para el gobierno revolucionario, Sawadogo es crítico con los excesos de algunos miembros de los Comités de Defensa de la Revolución y el desprecio hacia aquellos agentes considerados contrarrevolucionarios. Aun con todo, defiende que durante aquel período se lograron grandes mejoras para el pueblo burkinés y guarda un gran respeto por Thomas Sankara. Los desacuerdos entre ellos se dieron repetidamente, pero le reconoce al presidente la capacidad de cambiar su posición ante argumentos válidos. Recuerda con un tono ligeramente burlón: “En aquel momento se consideraba a las ONG como agentes del colonialismo. Los revolucionarios rechazaban todo lo que venía de Occidente. Pero el presidente Sankara entendió que había que dar cierta autonomía al movimiento asociativo”.

Con el mismo tono narra también la creación del banco revolucionario: “¿Alguna vez habéis visto un banco revolucionario? ¡El dinero huye de las revoluciones! El presidente Sankara dijo que todas las ONG tenían que abrir una cuenta en el banco revolucionario. Yo le contesté que no se les podía pedir eso, que debíamos dejar que hicieran su trabajo sin ver el color de su dinero. Aceptó renunciar a su idea y las ONG trabajaron con gran libertad y entusiasmo. Sabían que no había malversación. ¡Ni un poco! Toda la financiación iba directa a las comunidades. Y se veían los resultados”.

Posteriormente, muchos gobiernos (principalmente africanos) le pidieron a Sawadogo que los asesorara. Visitó hasta 40 países para explicar cómo había realizado su trabajo. Incluso la ONU lo convocó a Nueva York para exponer cómo había logrado resultados tan positivos y tan bien compenetrados con los esfuerzos del gobierno.

Alfred Sawadogo, nombrado por Sankara para gestionar el trabajo de las ONG en su apuesta por un desarrollo “autocentrado”, visitó hasta 40 países para explicar cómo había realizado su trabajo

En suma, se puede considerar que la Revolución de Agosto supo conjugar su voluntad de tender a la independencia política y económica real con un análisis realista de su situación. Con sus errores y sus aciertos, se generó un modelo innovador de gestión del trabajo de las ONG que sin duda resultó más beneficioso para el pueblo burkinés de lo que había sido el modelo dominante anterior y el que sería de nuevo el modelo dominante posterior al asesinato de Thomas Sankara el 15 de octubre de 1987.

Aunque él hace mucho que no la dirige, la oficina creada por Sawadogo todavía existe. No obstante, él opina que: “Una estructura de estas características es totalmente inútil si está en el tercer piso de un ministerio. Éste es un servicio para que los campesinos vengan a resolver dudas y a buscar oportunidades. Ahora sólo se recogen los informes de las ONG, pero considero que no tiene ningún valor. Esta institución ha perdido completamente su vocación”.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han halagado en distintas ocasiones la obediencia a sus dictados del gobierno de tendencia neocolonial que sustituyó al de la Revolución de Agosto. La apuesta por el desarrollo autocentrado se abandonó por completo y se tendió la mano, de nuevo, a la metrópolis francesa. Regresaron también los fondos internacionales adquiridos a cambio de ajustes económicos y de derechos de explotación para empresas extranjeras. Se abandonó la fiscalización de las ONG y volvieron con fuerza las dinámicas de malversación.

Por el contrario, Blandine Sankara (la hermana menor del presidente asesinado) sí ha decidido seguir la estela del modelo que se pensó durante la revolución. Se trata de la fundadora y actual directora de Yelemani (que significa “cambio” en diula), una asociación que trabaja principalmente con mujeres campesinas promoviendo modelos agroecológicos y con miras a la soberanía alimentaria. Son muchas las personas y organizaciones que, como ella, siguen defendiendo la necesidad de regresar al modelo implantado durante la revolución.

En una fábula, de Mathias Sawadogo, se explica que: “Un pájaro incubaba sus huevos en el hueco de un árbol; una serpiente se acercó para devorarlos; el pájaro pidió ayuda a un mono; el mono aceptó y dijo que echaría a la serpiente a pedradas; el pájaro respondió negativamente, afirmando que así rompería los huevos; pasó un elefante y propuso derribar el árbol con un golpe de trompa y aplastar la serpiente con él; imposible, afirmó el pájaro, convertirías los huevos en puré; las hormigas, alertadas, pensaron en ir todas en masa y mordisquear la serpiente. El pájaro, es el campesino; los huevos, la posibilidad de desarrollo; la serpiente, el obstáculo al desarrollo; el mono y el elefante, las ayudas exteriores; las hormigas, la solidaridad emanada de un pueblo que actúa en base a sus propias normas de organización”.

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