¡Pueblo de Alto Volta!

Camaradas militantes y militantes de la revolución,

En el transcurso de este año, 1983, nuestro país ha conocido momentos de particular intensidad, los cuales siguen impresos de forma indeleble en la mente de muchos conciudadanos. Durante este período, la lucha del pueblo voltaico ha experimentado flujos y reflujos.

Nuestro pueblo ha pasado la prueba de luchas heroicas, y finalmente obtuvo la victoria la noche ya histórica del 4 de agosto de 1983. Ya van a ser dos meses que la revolución marcha irreversible en nuestro país. Dos meses en los cuales el pueblo combatiente de Alto Volta se ha movilizado como un solo hombre detrás del Consejo Nacional de la Revolución (CNR) para edificar una sociedad voltaica nueva, libre, independiente y próspera; una sociedad nueva, libre de la injusticia social, libre de la dominación y explotación seculares del imperialismo internacional.

Habiendo recorrido este breve trecho, los invito a que echemos un vistazo retrospectivo a fin de sacar las lecciones necesarias para determinar correctamente las tareas revolucionarias que se plantean en el momento actual y en el futuro próximo. Dotados de una clara percepción de la marcha de los acontecimientos, fortaleceremos más aún nuestra lucha contra el imperialismo y las fuerzas sociales reaccionarias.

En suma, ¿de dónde venimos? ¿Y adonde vamos? Estas son las interrogantes del momento que nos exigen una respuesta clara y resuelta, sin equívoco alguno, si es que queremos avanzar de forma audaz hacia victorias mayores y más resplandecientes.

La revolución de agosto es la culminación de la lucha del pueblo voltaico

El triunfo de la revolución de agosto no es solamente el resultado del golpe de fuerza revolucionario asestado contra la sacrosanta alianza reaccionaria del 17 de mayo de 1983.1 Es también la culminación de la lucha del pueblo voltaico contra sus enemigos de siempre. Representa una victoria sobre el imperialismo internacional y sus aliados nacionales. Una victoria sobre las fuerzas retrógradas, oscurantistas y tenebrosas. Una victoria sobre todos los enemigos del pue-blo que a sus espaldas han tramado complots e intrigas …

Por tanto, la revolución de agosto surgió como la solución a las contradicciones sociales que ya no se podían sofocar mediante componendas.

La adhesión entusiasta de las amplias masas populares a la revolución de agosto es la expresión concreta de la esperanza inmensa que el pueblo voltaico deposita en el establecimiento del CNR para al fin poder ver cumplidos sus anhelos profundos por la democracia, la libertad y la independencia, por el progreso genuino, por la restauración de la dignidad y la grandeza de nuestra patria, aspiraciones que han sido particularmente vilipendiadas por 23 años de régimen neocolonial.

El legado de 23 años de neocolonialismo

La llegada del CNR al poder el 4 de agosto de 1983 y la posterior instalación de un gobierno revolucionario en Alto Volta han abierto una página gloriosa en los anales de la historia de nuestro pueblo y de nuestro país. Sin embargo, el legado que nos dejaran 23 años de explotación y dominación imperialistas es penoso y pesado. Dura y ardua será nuestra tarea de edificar una sociedad nueva, una sociedad libre de todos los males que mantienen a nuestro país en una situación de pobreza y de atraso económico y cultural.

En 1960, el colonialismo francés –acosado por todas partes, derrotado en Dien Bien Phu y presa de enormes dificultades en Argelia2–, deduciendo las lecciones de esas derrotas, se vio obligado a otorgar a nuestro país la soberanía nacional y la integridad territorial. Nuestro pueblo, que no había permanecido impasible, sino más bien había desarrollado luchas de resistencia apropiadas, acogió este suceso como un hecho positivo. Esta fuga tempranera del imperialismo colonialista francés fue para nuestro pueblo una victoria sobre las fuerzas de opresión y explotación extranjeras. Desde el punto de vista de las masas populares fue una reforma democrática, aunque desde el punto de vista del imperialismo no fue más que un cambio operado en sus formas de dominación y explotación de nuestro pueblo.

No obstante, este cambio desembocó en una realineación de las clases y capas sociales y en el establecimiento de clases nuevas. En alianza con las fuerzas retrógradas de la sociedad tradicional, y mostrando su desprecio total hacia las masas fundamentales que le habían servido de trampolín para su ascenso al poder, la intelectualidad pe-queñoburguesa de la época empezó a sentar las bases políticas y económicas de las nuevas formas de dominación y explotación imperialistas. El temor a que la lucha de las masas populares se radicalizara y desembocara en una solución verdaderamente revolucionaria sirvió de base para que el imperialismo decidiera cómo actuar, lo que consistió, a partir de ese momento, en ejercer su dominio sobre nuestro país y perpetuar la explotación de nuestro pueblo mediante intermediarios nacionales. Ciudadanos voltaicos asumirían el relevo de la dominación y explotación extranjeras. Toda la organización de la sociedad neocolo-nial se reduciría a una simple operación de sustituir una forma por otra.

En su esencia, la sociedad neocolonial y la sociedad colonial no se diferencian en nada. Así, se ha visto que a la administración colonial la sustituye una administración neocolonial que le es idéntica en todos los aspectos. Al ejército colonial lo sustituye un ejército neocolonial con los mismos atributos, las mismas funciones y el mismo papel de guardián de los intereses del imperialismo y los de sus aliados nacionales. A la escuela colonial la sustituye una escuela neocolonial que persigue los mismos objetivos de enajenar a los niños de nuestro país y reproducir una sociedad que esté esencialmente al servicio de los intereses imperialistas y, de forma accesoria, al servicio de los lacayos y aliados locales del imperialismo.

Con el apoyo y la bendición del imperialismo, ciudadanos voltaicos se dieron a la tarea de organizar el saqueo sistemático de nuestro país. Con las migajas que les caían de dicho saqueo, poco a poco se transformaron en una burguesía verdaderamente parásita incapaz ya de contener su apetito voraz. Movidos solo por sus intereses egoístas, desde entonces dejaron de recular ante los métodos más deshonestos, desarrollando en gran escala la corrupción, la malversación de fondos y de la cosa pública, el tráfico de influencias y la especulación de bienes raíces, y practicando el favoritismo y el nepotismo.

Así se explican todas las riquezas materiales y financieras que han logrado acumular sobre las espaldas del pueblo trabajador. No contentos de vivir de las rentas fabulosas que extraían de la explotación desvergonzada de sus bienes mal habidos, peleaban a brazo partido procurando acaparar los cargos políticos que les permitieran utilizar el aparato estatal para beneficiarse de su explotación y su despilfarro.

No pasaba un año entero sin que no se pagaran vacaciones suntuosas en el exterior. Sus hijos abandonaban las escuelas del país para recibir una enseñanza de prestigio en otros países. A la más leve enfermedad, se movilizaban todos los recursos del estado para asegurarles la costosa

atención de los hospitales de lujo en países extranjeros.
Todo esto se ha dado a plena vista de un pueblo voltaico laborioso, valiente y honesto, si bien sumido en la miseria más profunda. Mientras que para una minoría rica Alto Volta constituye un paraíso, para la mayoría, para el pueblo, es un infierno apenas tolerable.
Como parte de esta gran mayoría, los asalariados, no obstante el hecho de tener asegurado un ingreso constante, sufren las limitaciones y los escollos de la sociedad capitalista de consumo. Todo su salario se agota incluso antes de que lo hayan tocado. Este círculo vicioso sigue sin fin y sin perspectiva alguna de romperlo.

Al seno de sus sindicatos respectivos, los asalariados entablan luchas reivindicativas para mejorar sus condiciones de vida. A veces la amplitud de estas luchas logra arrebatar concesiones de las autoridades neocoloniales. Sin embargo, apenas dan algo con una mano y en seguida lo recuperan con la otra.

Así se anuncia con gran alboroto un aumento salarial del 10 por ciento, para de inmediato gravarlo con impuestos que anulan los efectos positivos que se esperaban de la primera medida. Después de cinco, seis o siete meses, los trabajadores siempre terminan dándose cuenta de la superchería y se movilizan para nuevas luchas. Siete meses son más que suficientes para que los reaccionarios en el poder recobren el aliento y tramen otras estratagemas. En esta lucha sin fin, el trabajador siempre sale perdiendo.

En el seno de esta gran mayoría están también los “condenados de la Tierra”, los campesinos, a quienes se expropia, se expolia, se hostiga, se encarcela, se ridiculiza y se humilla cada día, y quienes, sin embargo, con su trabajo son creadores de riquezas. Es gracias a su actividad productiva que la economía del país se mantiene a flote, no obstante su debilidad. Es con su trabajo que “endulzan” su
vida todos esos ciudadanos para quienes Alto Volta es un El Dorado.

Sin embargo, son ellos quienes más sufren la falta de estructuras, de una infraestructura de carreteras, y de la falta de estructuras y planteles de salud. Son estos campesinos, creadores de la riqueza nacional, quienes más sufren la falta de escuelas y de útiles escolares para sus hijos. Son sus hijos quienes engrosarán las filas de los desempleados tras una breve estancia en los banquillos de escuelas mal adaptadas a las realidades de este país. Es entre ellos que existe la tasa de analfabetismo más elevada: 98 por ciento. Quienes más necesitan aprender, para poder mejorar el rendimiento de su labor productiva, son de nuevo quienes menos se benefician de las inversiones en las esferas de la salud, la educación y la tecnología.

La juventud campesina –que demuestra la misma disposición de ánimo que el resto de la juventud, es decir, que es más sensible ante la injusticia social y está más a favor del progreso– en una expresión de rebeldía termina abandonando nuestros campos, privándolos así de su elemento más dinámico.

Ese primer reflejo empuja a esos jóvenes hacia los grandes centros urbanos, Uagadugu y Bobo-Dioulasso. Ahí esperan encontrar un trabajo mejor remunerado y beneficiarse a la vez de las ventajas del progreso. La falta de trabajo los empuja a la ociosidad, con todos los vicios que la caracterizan. Finalmente, para no terminar en la cárcel, buscan la salvación saliendo al extranjero, donde les aguardan la humillación y la explotación más vergonzosas. ¿Acaso la sociedad voltaica les ofrece otra opción?

Dicho de la manera más concisa, esta es la situación de nuestro país después de 23 años de neocolonialismo: paraíso para unos, infierno para los demás.

Después de 23 años de dominación y explotación imperialistas, nuestro país sigue siendo un país agrícola atrasado, donde el sector rural –el 90 por ciento de la población activa– representa apenas el 45 por ciento del Producto Interno Bruto pero provee el 95 por ciento del total de las exportaciones del país.

De manera más sencilla, hay que señalar que aunque en otros países los agricultores constituyen menos del 5 por ciento de la población, ellos logran no solo alimentarse adecuadamente, asegurar las necesidades de una nación entera, sino también exportar cantidades inmensas de su producción agrícola. Mientras que aquí en este país, más del 90 por ciento de la población, a pesar de arduos esfuerzos, sufre hambre y escasez y se ve obligado a tener que recurrir con el resto de la población a la importación de productos agrícolas e incluso a la asistencia internacional.

El desequilibrio entre las exportaciones e importaciones así creado contribuye a acentuar la dependencia del país en el extranjero. En consecuencia, el déficit comercial ha crecido considerablemente al paso de los años y el valor de nuestras exportaciones solo cubre alrededor del 25 por ciento de las importaciones. Dicho de manera más clara, compramos más del exterior de lo que vendemos. Y una economía que funciona sobre esa base se arruina progresivamente y va hacia la catástrofe.

Las inversiones privadas que provienen del extranjero no solo son insuficientes, más bien le hacen sangrías enormes a la economía del país, por lo que no contribuyen a reforzar su capacidad acumulativa. Una parte importante de la riqueza creada con la ayuda de las inversiones extranjeras es drenada hacia el exterior, en lugar de ser re- invertida para acrecentar la capacidad productiva del país. En el período 1973-1979, se calcula que 1.7 mil millones de francos CFA salían del país cada año en forma de ingresos derivados de inversiones extranjeras directas, mientras
que las inversiones nuevas ascendían a un promedio de 1.3 mil millones de francos CFA por año.3

La insuficiencia de esfuerzos en la inversión productiva induce al estado voltaico a jugar un papel fundamental en la economía nacional mediante esfuerzos encaminados a suplir la inversión privada. Esta es una situación difícil cuando se sabe que los ingresos presupuestarios del estado los constituyen esencialmente los ingresos tributarios, que a su vez representan el 85 por ciento del total de los ingresos y que provienen en gran parte de los aranceles a las importaciones y de los impuestos.
Aparte de los esfuerzos de inversión nacional, estos ingresos financian los gastos del estado, de los que un 70 por ciento sirven para pagar los salarios de los empleados gubernamentales y asegurar el funcionamiento de los servicios administrativos. ¿Qué puede quedar entonces para las inversiones sociales y culturales?
En el ámbito de la educación, nuestro país se sitúa entre los más atrasados, con una tasa de escolarización del 16.4 por ciento y una tasa de analfabetismo que alcanza un promedio del 92 por ciento. Es decir que de cada 100 voltaicos apenas 8 parecen saber leer y escribir en la lengua que sea.

En el plano de la salud, las tasas de enfermedad y de mortandad se sitúan entre las más altas en la subregión debido a la proliferación de enfermedades transmisibles y de deficiencias nutricionales. Por otro lado, ¿cómo podremos evitar esta situación catastrófica si se sabe que se cuenta con una cama de hospital por cada 1200 habitantes y con un médico por cada 48 mil habitantes?
Bastan estos pocos elementos para ilustrar el legado que nos dejaron 23 años de neocolonialismo, 23 años de una política de abandono nacional total. Ningún voltaico que ame y honre a su país puede permanecer indiferente ante esta situación, una de las más desoladoras.

En efecto, nuestro pueblo, un pueblo valiente y trabajador, jamás ha podido tolerar tal situación. Y porque ha comprendido que no es producto de la fatalidad, sino de una sociedad organizada sobre bases injustas en provecho solo de una minoría, ese pueblo ha desarrollado siempre luchas multiformes, buscando las vías y los medios para poner fin a este viejo orden de cosas.

Por eso recibió febrilmente la llegada del Consejo Nacional de la Revolución y de la revolución de agosto, que coronó los esfuerzos que había realizado y los sacrificios que había aceptado para derribar el viejo orden, instalar un orden nuevo que pudiera rehabilitar al hombre voltaico y otorgar a nuestro país un lugar selecto en el concierto de naciones libres, prósperas y respetadas.
Las clases parásitas que siempre se han lucrado con un Alto Volta colonial y neocolonial son y seguirán siendo hostiles a las transformaciones emprendidas por el proceso revolucionario iniciado tras el 4 de agosto de 1983. Eso se debe a que están y permanecen atadas por un cordón umbilical al imperialismo internacional. Son y siguen siendo defensoras fervientes de los privilegios adquiridos gracias a su lealtad al imperialismo.
Hagan lo que hagan y digan lo que digan, ellos segui-
rán siendo los mismos y seguirán tramando complots e intrigas a fin de reconquistar su “reino perdido”. Es inútil esperar de estos nostálgicos una reconversión de mentalidad y de actitud. No son sensibles ni entienden más lenguaje que el de la lucha, la lucha de clases revolucionaria contra los explotadores y los opresores de los pueblos. Para ellos, nuestra revolución será la cosa más autoritaria que exista. Será un acto por el cual el pueblo les impondrá su voluntad con todos los medios de que disponga y, de ser necesario, con sus armas.

Estos enemigos del pueblo, ¿quiénes son?

Ellos se desenmascararon ante los ojos del pueblo durante los sucesos del 17 de mayo por la saña que demostraron contra las fuerzas revolucionarias. A estos enemigos del pueblo, el pueblo los ha identificado en el fragor de la lucha revolucionaria. Ellos son:

1. La burguesía voltaica, que se divide, a partir de las funciones que unos y otros desempeñan, en burguesía estatal, burguesía compradora y burguesía media.

La burguesía estatal. Este es el sector que se conoce por el nombre de burguesía político-burocrática. Es una burguesía que ha utilizado su monopolio político para enriquecerse de manera ilícita y facinerosa. Se ha valido del aparato del estado al igual que un capitalista industrial se vale de sus medios de producción para acumular la plusvalía extraída de la explotación de la fuerza de trabajo de los trabajadores. Este sector de la burguesía jamás renunciará por voluntad propia a sus antiguos privilegios para observar, pasivo, las transformaciones revolucionarias en curso.

La burguesía comerciante. Este sector, por su propia actividad, está atado al imperialismo por medio de un sinnúmero de vínculos. Para este sector, el fin de la dominación imperialista significa la muerte de la “gallina de los huevos de oro”. Por esto se opondrá con todas sus fuerzas a la revolución actual. De esta categoría provienen, por ejemplo, los podridos comerciantes que hacen pasar hambre al pueblo sacando de circulación los víveres a fin de especular y sabotear la economía.

La burguesía media. Este sector de la burguesía voltaica, aunque está vinculado al imperialismo, rivaliza con él por el control del mercado. Sin embargo, puesto que es económicamente más débil, es suplantado por el imperialismo. Por tanto, tiene quejas contra el imperialismo, pero también teme al pueblo, y este temor puede inducirlo a formar un bloque con el imperialismo. Sin embargo, por el hecho que la dominación imperialista de nuestro país le impide desempeñar su verdadero papel como burguesía nacional, algunos de sus elementos, bajo determinadas circunstancias, podrían estar a favor de la revolución, lo que los situaría objetivamente en el campo del pueblo. No obstante, entre el pueblo se debe cultivar una desconfianza revolucionaria hacia esos elementos que gravitan hacia la revolución. Porque bajo ese manto acudirán a la revolución oportunistas de toda laya.

2. Las fuerzas retrógradas, que derivan su poder de las estructuras tradicionales de tipo feudal de nuestra sociedad. Esas fuerzas, en su mayoría, han sabido ofrecer una resistencia firme al imperialismo colonial francés. Mas, una vez que nuestro país accedió a la soberanía nacional, sumaron fuerzas con la burguesía reaccionaria para oprimir al pueblo voltaico. Estas fuerzas han usado a las masas campesinas como reserva de votos, para entregarlas al mejor postor electorero.

A fin de proteger sus intereses, que son comunes a los del imperialismo y opuestos a los del pueblo, estas fuerzas reaccionarias a menudo recurren a los valores decadentes de nuestra cultura nacional, que persisten aún en el me-dio rural. En la medida que nuestra revolución busque democratizar las relaciones sociales en nuestros campos, aumente las responsabilidades del campesinado, le brinde más educación y conocimientos con los cuales lograr su propia emancipación económica y cultural, estas fuerzas retrógradas se le opondrán.

Son estos los enemigos del pueblo en la revolución actual, enemigos que el propio pueblo identificó durante los sucesos del mes de mayo. Son estos individuos quienes, constituyendo el grueso de los manifestantes aislados, protegidos por un cordón militar, han manifestado su apoyo de clase al régimen ya moribundo surgido del golpe de estado reaccionario y pro imperialista [del 17 de mayo].

Aparte de las clases y capas sociales reaccionarias y antirrevolucionarias arriba enumeradas está el resto de la población, quienes constituyen el pueblo voltaico: un pueblo que considera la dominación y explotación imperialistas una abominación y que no deja de manifestarlo en la lucha cotidiana concreta contra los distintos regímenes neocoloniales. El pueblo, en la revolución actual, lo integran:
– 1. La clase trabajadora voltaica, joven y poco numerosa, que en las incesantes luchas contra los patrones ha sabido demostrar que es una clase genuinamente revolucionaria. En la revolución actual, es una clase que tiene todo que ganar y nada que perder. No tiene medios de producción que perder, no tiene una parcela de propiedad que defender en el marco de la vieja sociedad neocolonial. Por el contrario, está convencida que la revolución es suya, pues de ella saldrá engrandecida y fortalecida.
– 2. La pequeña burguesía, que constituye una amplísima capa social muy inestable y que a menudo vacila entre la causa de las masas populares y la del imperialismo. En su
gran mayoría, termina colocándose siempre del lado de las masas populares. Está integrada por los elementos más diversos, entre ellos pequeños comerciantes, intelectuales pequeñoburgueses (funcionarios, estudiantes universitarios y de secundaria, empleados del sector privado, etcétera), y artesanos.
– 3. El campesinado voltaico, integrado en su gran mayoría por pequeños campesinos que a raíz de la desintegración progresiva de la propiedad colectiva, tras la introducción del modo de producción capitalista en nuestro país, están atados a la propiedad parcelaria. Las relaciones mercantiles disuelven cada vez más los lazos comunitarios, y en su lugar se instaura la propiedad privada sobre los medios de producción. En esta nueva situación así creada por la penetración del capitalismo en nuestros campos, el campesino voltaico, que se halla atado a la producción en pequeña escala, es la personificación de las relaciones burguesas de producción. En vista de todas estas consideraciones, el campesinado voltaico es también parte integrante de la categoría de la pequeña burguesía.

Por su pasado y por su situación actual, es la capa social que más caro ha pagado por la dominación y explotación imperialistas. La condición de atraso económico y cultural que caracteriza a nuestros campos ha mantenido a este sector aislado de las principales corrientes de progreso y modernización, relegándolo al papel de cantera de los partidos políticos reaccionarios. No obstante, el campesinado tiene interés en la revolución y, desde el punto de vista numérico, es la fuerza principal.
– 4. El lumpenproletariado. Esta es una categoría de elementos desclasados quienes, por el hecho de carecer de empleo, están predispuestos a estar a sueldo de las fuerzas reaccionarias y contrarrevolucionarias para realizarles sus trabajos sucios. En la medida que la revolución sepa em- plearlos útilmente, se podrán convertir en sus defensores fervorosos.

El carácter y el alcance de la revolución de agosto

Las revoluciones que suceden alrededor del mundo no son todas parecidas. Cada revolución aporta su originalidad, la cual la distingue de las demás. Nuestra revolución, la revolución de agosto, no escapa a esta observación. Toma en cuenta las particularidades de nuestro país, su nivel de desarrollo y de subyugación al sistema capitalista imperialista mundial.

Nuestra revolución es una revolución que se desarrolló en un país agrícola atrasado, donde el peso de las tradiciones y de la ideología que emanan de una organización social de tipo feudal recae fuertemente sobre las masas populares. Es una revolución en un país que –debido a la dominación y la explotación que el imperialismo ejerce sobre nuestro pueblo– ha evolucionado de una colonia a una neocolonia.

Es una revolución que se produce en un país que aún se caracteriza por la falta de una clase obrera organizada y consciente de su misión histórica y que, por consiguiente, carece de una tradición de lucha revolucionaria. Es una revolución que sucede en un pequeño país del continente, en un momento en que, en el ámbito internacional, el movimiento revolucionario se desmorona día a día sin percibirse la esperanza de ver constituido un bloque homogéneo que dé impulso y sostenga en la práctica a los movimientos revolucionarios nacientes. Este conjunto de circunstancias históricas, geográficas y sociológicas le deja una impronta singular a nuestra revolución.

La revolución de agosto presenta un carácter dual: es una revolución democrática y popular.

Tiene como tareas primordiales la liquidación de la do- minación y explotación imperialistas y la depuración del campo de todas las trabas sociales, económicas y culturales que lo mantienen en un estado de atraso. De ahí se deriva su carácter democrático.

Su carácter popular proviene del hecho que las masas populares voltaicas participan plenamente en esta revolución y se movilizan consecuentemente en torno a consignas democráticas y revolucionarias que traducen en los hechos sus propios intereses en oposición a los de las clases reaccionarias aliadas al imperialismo. El carácter popular de la revolución de agosto radica también en el hecho que en lugar de la antigua máquina del estado se construye una máquina nueva para poder garantizar el ejercicio democrático del poder por el pueblo y para el pueblo.

Nuestra revolución actual, caracterizada de esta forma, si bien es una revolución antiimperialista, ocurre dentro del marco de los límites del régimen económico y social burgués. Al proceder al análisis de las clases sociales de la sociedad voltaica, hemos planteado la idea de que la burguesía voltaica no constituye una sola masa homogénea, reaccionaria y antirrevolucionaria. En efecto, lo que caracteriza a la burguesía en los países subdesarrollados, bajo relaciones capitalistas, es su incapacidad congènita de revolucionar a la sociedad como lo hizo la burguesía de los países europeos en la década de 1780, es decir, la época en que la burguesía aún constituía una clase ascendente.

Tales son las características y los límites de la actual revolución desencadenada en Alto Volta a partir del 4 de agosto de 1983. El poseer una percepción clara y una definición precisa de su contenido nos resguarda de los peligros de desvíos y excesos que podrían ser perjudiciales a la marcha victoriosa de la revolución. Todos los que han asumido la causa de la revolución de agosto deben asimilar la línea directriz aquí desarrollada con miras a asumir su papel de revolucionarios conscientes, verdaderos propagandistas, intrépidos e infatigables, y difundir esta perspectiva en el seno de las masas.

Ya no basta con llamarse revolucionario. Hay que ahondar en el profundo significado de la revolución de la que se es un ferviente defensor. Es la mejor manera de defenderla de los ataques y las tergiversaciones que los contrarrevolucionarios no van a dejar de emplear en su contra. Saber cómo vincular la teoría revolucionaria a la práctica revolucionaria será el criterio decisivo que a partir de ahora nos permita distinguir a los revolucionarios consecuentes de todos los que acuden a ella por móviles ajenos a la causa revolucionaria.

De la soberanía del pueblo en el ejercicio del poder revolucionario

Como ya hemos mencionado, uno de los rasgos distintivos de la revolución de agosto, y que le confiere su carácter popular, es que es un movimiento de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría.

Es una revolución hecha por las propias masas populares voltaicas, con sus propias consignas y aspiraciones. El objetivo de esta revolución es que el pueblo asuma el poder. Por eso el primer acto de la revolución, después de la proclamación del 4 de agosto, fue dirigir un llamado al pueblo para la creación de los Comités de Defensa de la Revolución.4 El Consejo Nacional de la Revolución tiene a convicción de que para que esta sea una revolución ge-nuinamente popular deberá proceder a la destrucción de la máquina del estado neocolonial y a la organización de una nueva máquina capaz de garantizar la soberanía del pueblo. El problema de cómo se deberá ejercer este poder popular, cómo se deberá organizar este poder, es un problema esencial para el futuro de nuestra revolución.

La historia de nuestro país hasta nuestros días ha estado dominada esencialmente por las clases explotadoras y conservadoras, las cuales han ejercido su dictadura antidemocrática y antipopular mediante su dominio de la política, la economía, la ideología, la cultura, la administración y la justicia.

La revolución tiene como objetivo primordial el traspaso del poder de manos de la burguesía voltaica, aliada al imperialismo, a manos de la alianza de las clases populares que constituyen el pueblo. Eso quiere decir que, a partir de ahora, el pueblo en el poder deberá contraponer su poder democrático y popular a la dictadura antidemocrática y antipopular de la alianza reaccionaria de las clases sociales que favorecen al imperialismo.

Este poder democrático y popular será el cimiento, la base sólida, del poder revolucionario en Alto Volta. Tendrá como tarea primordial la reconversión total de todo el aparato estatal, con sus leyes, su administración, sus tribunales, su policía y su ejército, que habían sido ideados para servir y defender los intereses egoístas de las clases y capas sociales reaccionarias. Tendrá por tarea organizar la lucha contra los intentos contrarrevolucionarios de reconquistar el “paraíso perdido”, con miras a aplastar por completo la resistencia de los reaccionarios que añoran el gramas sociales del gobierno revolucionario, integrándola a la actividad política. pasado. He aquí que reside la necesidad de los CDR y su papel como punto de apoyo de las masas populares para el asalto de los baluartes reaccionarios y contrarrevolucionarios …

Por una revolucionarización de todos los sectores de la sociedad voltaica

Todos los regímenes políticos hasta la fecha se afanaban por instaurar un conjunto de medidas para mejorar la administración de la sociedad neocolonial. Los cambios operados por los distintos regímenes equivalían a instalar equipos nuevos dentro del marco de la continuidad del poder neocolonial. Ninguno de estos regímenes quería ni podía desafiar los cimientos socioeconómicos de la sociedad voltaica. Por eso todos fracasaron.

La revolución de agosto no aspira a instaurar un régimen más en Alto Volta. Representa una ruptura con todos los regímenes conocidos hasta la fecha. Tiene por objetivo final la construcción de una sociedad voltaica nueva, en cuyo seno el ciudadano voltaico, animado por una conciencia revolucionaria, será el artesano de su propia felicidad, una felicidad que corresponda a los esfuerzos que haya invertido.

Para lograr esto, la revolución –les guste o no a las fuerzas conservadoras y retrógradas– será un desarraigo total y profundo que no dejará intacto un solo ámbito, un solo sector de la actividad económica, social o cultural.

La revolucionarización de todos los ámbitos, de todas las áreas de actividad, esa es la consigna del momento. Fortalecido con la directriz aquí planteada, cada ciudadano, sea el nivel al que se encuentre, deberá emprender la tarea de revolucionar su sector de actividad.

A partir de ahora, la filosofía de las transformaciones revolucionarias se aplicará a los siguientes sectores:
– (1) el ejército nacional,
– (2) la política respecto a la mujer y
– (3) el desarrollo económico.

1. El ejército nacional : su lugar en la revolución democrática y popular

Según la doctrina de la defensa de Alto Volta revolucionario, un pueblo consciente no le va a ceder la defensa de su patria a un grupo de hombres, por competentes que sean. Los pueblos conscientes asumen ellos mismos la defensa de su patria. En ese sentido, nuestras fuerzas armadas constituyen tan solo un destacamento que está más especializado que el resto del pueblo para las tareas de seguridad interna y externa de Alto Volta. De igual forma, aunque la salud de los voltaicos es asunto tanto del pueblo como de cada voltaico a nivel individual, existe y existirá un cuerpo médico más especializado y que consagre más tiempo al problema de la salud pública.

La revolución dicta tres misiones a nuestras fuerzas armadas nacionales:
– 1. Estar listas para combatir a todo enemigo interno y externo, y participar en la formación militar del resto del pueblo. Esto supone una capacidad operativa acumulada, haciendo de cada militar un combatiente competente en lugar del viejo ejército, que no era más que una masa de asalariados.
– 2 Participar en la producción nacional. En efecto, el nuevo militar debe vivir y sufrir en el seno del pueblo al que pertenece. Se acabó el ejército presupuestófago. A partir de ahora, además de manejar las armas, estará en los campos, y criará vacas, ovejas y aves. Construirá escuelas y dispensarios donde se asegurará de su funcionamiento. Dará mantenimiento a las carreteras y transportará por vía aérea el correo, los enfermos y los productos agrícolas entre las distintas regiones.
– 3. Formar a cada soldado como militante revolucionario. Se acabaron los días en que se pretendía que el ejército era neutral y apolítico, mientras en la realidad era baluarte de la reacción y guardián de los intereses imperialistas. Se acabaron los días en que nuestro ejército nacional actuaba como un cuerpo de mercenarios extranjeros en territorios conquistados. Esos días se acabaron para siempre. Armados de formación política e ideológica, nuestros soldados, nuestros suboficiales y nuestros oficiales dedicados al proceso revolucionario dejan de ser criminales en el poder para devenir revolucionarios conscientes, hallándose en el seno del pueblo como peces en el agua.

Como ejército al servicio de la revolución, el Ejército Nacional Popular no dará cabida a ningún militar que desdeñe, vilipendie y maltrate a su pueblo. Un ejército del pueblo al servicio del pueblo: tal es el nuevo ejército que estamos construyendo en lugar del ejército neocolo-nial, verdadero instrumento de opresión y de represión en manos de la burguesía reaccionaria, la cual lo usó para dominar al pueblo. Tal ejército, desde el punto de vista mismo de la organización interna y de sus principios de funcionamiento, será fundamentalmente distinto al viejo ejército. Por tanto, en lugar de la obediencia ciega de los soldados hacia sus jefes, de los subalternos hacia sus superiores, se desarrollará una disciplina sana que, si bien estricta, se fundará sobre la adhesión consciente de los hombres y de las tropas.

Contrario a los puntos de vista de los oficiales reaccionarios animados por el espíritu colonial, la politización del ejército, su revolucionarización, no significa el fin de la disciplina. En un ejército politizado la disciplina tendrá un nuevo contenido. Será una disciplina revolucionaria. Es decir, una disciplina que derive sus fuerzas del hecho que el oficial y el soldado, el que tenga grado y el raso, se valoren en cuanto a la dignidad humana y no se diferencien entre sí más que por sus tareas concretas y sus responsabilidades respectivas. Fortalecidos de tal comprensión de las relaciones entre los hombres, los cuadros militares deberán respetar a sus hombres, amarlos y tratarlos con equidad.

También aquí, los Comités de Defensa de la Revolución tienen un papel fundamental que jugar. Los militantes de los CDR en el seno del ejército deberán ser los pioneros infatigables de la construcción del Ejército Nacional Popular del estado democrático y popular, cuyas tareas esenciales serán, en el plano interno, la defensa de los derechos e intereses del pueblo, el mantenimiento del orden revolucionario y la salvaguarda del poder democrático y popular; en el plano exterior, la defensa de la integridad territorial.

2. La mujer voltaica : su papel en la revolución democrática y popular

El peso de las tradiciones seculares de nuestra sociedad condena a la mujer al rango de bestia de carga. La mujer sufre todas las lacras de la sociedad neocolonial por partida doble. En primer lugar, ella conoce los mismos sufrimientos que el hombre; en segundo lugar, se ve sometida a otros sufrimientos por parte del hombre.

Nuestra revolución interesa a todos los oprimidos, a todos los que son explotados en la sociedad actual. Interesa, por tanto, a la mujer, puesto que la base de su dominación por parte del hombre radica en el sistema de organización de la vida política y económica de la sociedad. La revolución, al cambiar el orden social que oprime a la mujer, crea las condiciones para su verdadera emancipación.

Las mujeres y los hombres de nuestra sociedad son todos víctimas de la opresión y dominación imperialistas. Por eso libran una misma batalla. La revolución y la libera- ción de la mujer van juntas. Hablar de la emancipación de la mujer no es un acto de caridad o un arranque de humanismo. Es un requisito fundamental para el triunfo de la revolución. Las mujeres sostienen la otra mitad del cielo.

Crear una mentalidad nueva entre la mujer voltaica que le permita asumir los destinos del país al lado del hombre es una de las tareas primordiales de la revolución, como lo es la transformación de las actitudes del hombre con respecto a la mujer.

Hasta este momento, la mujer ha sido excluida de las esferas en que se toman las decisiones. La revolución, al confiar responsabilidades a la mujer, crea las condiciones para liberar la iniciativa combativa de las mujeres. El CNR, siguiendo su política revolucionaria, se dedicará a la movilización, la organización y la unificación de todas las fuerzas vivas de la nación, y la mujer no va a ir a la zaga. La mujer se integrará a todas las batallas que hemos de emprender contra las distintas trabas de la sociedad neocolonial y por la edificación de una sociedad nueva. Se integrará –a todos los niveles de concepción, de toma de decisiones y de ejecución– en la organización de la vida de la nación entera. El objetivo final de toda esta gran empresa es construir una sociedad libre y próspera donde la mujer será igual al hombre en todos los ámbitos.

Sin embargo, conviene tener una comprensión justa del problema de la emancipación de la mujer. No se trata de una igualdad mecánica entre el hombre y la mujer. No significa adquirir hábitos reconocidos al hombre: beber, fumar, llevar pantalones. Eso no es la emancipación de la mujer. Tampoco es la adquisición de diplomas lo que va a tornar a la mujer igual al hombre o más emancipada. El diploma no es un pase hacia la emancipación.

La verdadera emancipación de la mujer es la que le confiere responsabilidades a la mujer, que la vincula a las
actividades productivas, a los diferentes combates que enfrenta el pueblo. La verdadera emancipación de la mujer es la que conmina el respeto y la consideración de parte del hombre. La emancipación, como la libertad, no se otorga, se conquista. Atañe a las mujeres mismas impulsar sus reivindicaciones y movilizarse para conquistarlas.

Para ello, la revolución democrática y popular va a crear las condiciones necesarias para permitir que la mujer voltaica se realice de una forma plena y total. ¿Sería posible acaso liquidar el sistema de explotación mientras se mantiene explotadas a las mujeres, quienes constituyen más de la mitad de nuestra sociedad?

3. Una economía nacional independiente, autosuficiente y planificada al servicio de una sociedad democrática y popular

El proceso de las transformaciones revolucionarias emprendidas después del 4 de agosto pone en el orden del día grandes reformas democráticas y populares. Así el Consejo Nacional de la Revolución está consciente de que la construcción de una economía nacional, independiente, autosuficiente y planificada pasa por la transformación radical de la sociedad actual, una transformación que supone las siguientes reformas importantes:
– La reforma agraria;
– La reforma administrativa;
– La reforma educativa;
– La reforma de las estructuras de producción y distribución en el sector moderno.

La reforma agraria tendrá por objetivo:
– Incrementar la productividad del trabajo a través de una mejor organización de los campesinos y la introducción en el ámbito rural de técnicas modernas de agricultura;
– El desarrollo de una agricultura diversificada junto a la especialización regional;
– La abolición de todas las trabas propias de las estructuras socioeconómicas tradicionales que oprimen a los campesinos;
– Finalmente, hacer de la agricultura el punto de apoyo del desarrollo de la industria.

Todo esto es posible al darle un verdadero sentido a la consigna de autosuficiencia alimentaria, hoy bastante anticuada a fuerza de haber sido proclamada sin convicción. En primer lugar, será una lucha cruenta contra la naturaleza que, por lo demás, no es más ingrata con nosotros de lo que ha sido con otros pueblos que triunfaron admirablemente en el plano de la agricultura. El Consejo Nacional de la Revolución no va a abrigar ilusiones de proyectos gigantescos y sofisticados. Por el contrario, numerosos logros pequeños en el sistema agrícola permitirán hacer de nuestro territorio un campo vasto, una serie infinita de granjas.

Luego vendrá la lucha contra quienes hacen pasar hambre al pueblo, los especuladores y capitalistas agrícolas de toda laya. Por último, estará la protección contra la dominación imperialista de nuestra agricultura en cuanto a la orientación, el despojo de nuestros recursos y la competencia desleal de sus importaciones con nuestros productos locales, importaciones sin más mérito que el de ser empaquetadas para burgueses que padecen de esnobismo. Los precios remuneradores y las unidades industriales agroalimentarias asegurarán a los campesinos mercados para sus productos durante todas las estaciones.

La reforma administrativa pretende volver operativa la administración heredada del colonialismo. Para hacerlo, deberá eliminar todos los males que la caracterizan –a saber, la burocracia pesada y engorrosa y sus consecuencias– y proceder a una revisión completa de los estatutos de las funciones públicas. La reforma deberá dar paso a una administración poco costosa, más eficaz y más flexible.

La reforma escolar pretende promover una nueva orientación de la educación y de la cultura. Deberá dar paso a la transformación de la escuela en un instrumento al servicio de la revolución. Los que se gradúen deberán ponerse no al servicio de sus propios intereses y los de las clases explotadoras, sino al servicio de las masas populares. La educación revolucionaria que se imparta en la nueva escuela deberá inculcar a cada uno una ideología, una personalidad voltaica que libere al individuo de todo mimetismo. El enseñar a los estudiantes a asimilar de manera crítica y positiva las ideas y las experiencias de otros pueblos será una de las vocaciones de la escuela en la sociedad democrática y popular.

Para acabar con el analfabetismo y el oscurantismo, se deberá hacer hincapié en la movilización de todas las energías con miras a organizar a las masas para sensibilizarlas y crear en ellas la sed de aprender mostrándoles las desventajas de la ignorancia. Toda política de lucha contra el analfabetismo que no cuente con la participación de los principales interesados está condenada al fracaso.

En cuanto a la cultura en la sociedad democrática y popular, deberá revestir un carácter triple: nacional, revolucionaria y popular. Todo lo que sea antinacional, anturevolucionario y antipopular deberá ser proscrito. En cambio, nuestra cultura –que ha celebrado la dignidad, la valentía, el nacionalismo y las grandes virtudes humanas– será enaltecida.

La revolución democrática y popular creará las condiciones propicias para la eclosión de una cultura nueva. Nuestros artistas tendrán libertad de actuar para avanzar de manera audaz. No deben dejar escapar la oportunidad que se les presenta de elevar nuestra cultura a un nivel mundial. ¡Que los escritores pongan su pluma al servicio de la revolución! ¡Que los músicos canten no solo las glorias pasadas de nuestro pueblo, sino también a su futuro radiante y prometedor!

La revolución espera de nuestros artistas que sepan describir la realidad, plasmar imágenes vivas y expresar notas melodiosas, a la vez que le señalen a nuestro pueblo la vía justa que conduzca a un futuro mejor. Espera que pongan su genio creador al servicio de una cultura voltaica, nacional, revolucionaria y popular.

Debemos saber tomar aquello que es bueno del pasado –es decir, de nuestras tradiciones–, aquello que es positivo de las culturas extranjeras, para así darle una nueva dimensión a nuestra cultura. La fuente inagotable de inspiración creadora de las masas se encuentra en las masas populares mismas. Saber vivir con las masas, involucrarse en el movimiento popular, compartir las alegrías y las penas del pueblo, trabajar y luchar junto a él: todo esto deberá constituir la inquietud primordial de nuestros artistas. Antes de producir, debemos plantear la pregunta: ¿a quién está destinada nuestra creación? Si estamos convencidos de que creamos para el pueblo, entonces debemos saber claramente quién es el pueblo, cuáles son sus componentes, cuáles son sus aspiraciones más profundas.

La reforma de las estructuras de producción y de distribución de nuestra economía aspira a establecer progresivamente el control eficaz del pueblo voltaico sobre los canales de producción y de distribución. Pues sin un verdadero dominio de esos canales, es prácticamente imposible edificar una economía independiente al servicio del pueblo.

Pueblo de Alto Volta,

Camaradas militantes y militantes de la revolución,

Las necesidades de nuestro pueblo son inmensas. La satisfacción de esas necesidades requiere que se emprendan transformaciones revolucionarias en todos los ámbitos.

En el ámbito de la salud y de la asistencia social a favor de las masas populares, los objetivos a alcanzar se pueden resumir así:
– Salud al alcance de todos;
– Emprender la asistencia y protección materna e infantil;
– Una política de inmunización contra las enfermedades transmisibles mediante la multiplicación de campañas de vacunación;
– Sensibilización de las masas para la adquisición de buenos hábitos higiénicos.

Todos estos objetivos no se podrán obtener sin la participación consciente de las masas populares mismas en el combate, bajo la orientación revolucionaria de los servicios de salud.

En la esfera de la vivienda, esfera de una importancia crucial, tendremos que emprender una política vigorosa para acabar con la especulación inmobiliaria y la explotación de los trabajadores mediante alquileres excesivos. En esta esfera, las medidas de importancia deberán aspirar a:
– Establecer alquileres razonables;
– Proceder a la lotificación rápida de los barrios;
– Desarrollar en gran escala la construcción de viviendas residenciales modernas en cantidades suficientes y accesibles a los trabajadores.

Una de las inquietudes esenciales del CNR es la unión de las distintas nacionalidades que componen Alto Volta en la lucha común contra los enemigos de nuestra revolución. Existe en nuestro país, en efecto, una multitud de etnias que se distinguen entre sí por su lengua y sus costumbres. El conjunto de estas nacionalidades conforma la nación voltaica. El imperialismo, con su política de divide y conquistarás, se esforzó por exacerbar las contradicciones existentes entre ellas, para enfrentarlas entre sí.

La política del CNR aspira a unir a estas diversas nacionalidades para que vivan en igualdad y gocen de las mismas oportunidades de éxito. Para hacer esto, se deberá hacer particular hincapié en:
– El desarrollo económico de las diferentes regiones;
– Promover los intercambios económicos entre ellas;
– Combatir los prejuicios entre las etnias, resolviendo en un espíritu de unión los diferendos que las enfrentan;
– Castigar a quienes instiguen las divisiones.

En vista de todos los problemas que nuestro país debe afrontar, la revolución se vislumbra como un desafío que, animados por la voluntad de vencer, debemos superar con la participación efectiva de las masas populares movilizadas en el seno de los CDR.

En el futuro próximo, con la elaboración de programas sectoriales, todo el territorio de Alto Volta será una enorme obra de construcción donde se requerirá del concurso de todos los voltaicos con capacidad y en edad de trabajar para el combate implacable que hemos de librar para transformar este país en un país próspero y radiante, un país donde el pueblo será el único amo de las riquezas materiales y espirituales de la nación.

Por último, debemos definir el lugar que ocupa la revolución voltaica en el proceso revolucionario mundial. Nuestra revolución forma parte integrante del movimiento mundial por la paz y la democracia, contra el imperialismo y contra todo tipo de hegemonía. Por eso nos esforzaremos por establecer relaciones diplomáticas con los demás países, independientemente de su sistema político y económico, sobre la base de los principios siguientes:
– El respeto recíproco de la independencia, la integri- dad territorial y la soberanía nacional;
– La no agresión mutua;
– La no injerencia en los asuntos internos;
– El comercio con todos los países en pie de igualdad y sobre una base de ventajas recíprocas.

Nuestra solidaridad y nuestro apoyo militantes irán a los movimientos de liberación nacional que combaten por la independencia de su país y la liberación de sus pueblos. Este apoyo se dirigirá en particular:
– Al pueblo de Namibia bajo la dirección de la SWAPO [Organización Popular del África Sudoccidental];
– Al pueblo saharaui en su lucha por recuperar su territorio nacional;
– Al pueblo palestino por sus derechos nacionales.

En nuestra lucha, los países africanos antiimperialistas son nuestros aliados objetivos. El acercamiento con estos países se hace necesario por los reagrupamientos neoco-loniales que se operan en nuestro continente.

¡Viva la revolución democrática y popular!

¡Viva el Consejo Nacional de la Revolución!

¡Patria o muerte, venceremos!

Fuente : http://www.thomsank.com/2009/11/09/orientacion-politica/

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